lunes, 3 de julio de 2017

Deni Rodríguez Ballejo




16

Los pájaros no tienen nombre.
Aprendimos una vez las inflexiones de la lengua y la necesidad nombró
las cosas. Inventamos nuestros nombres, comenzamos a diferenciarnos,
mientras los pájaros volaban anónimos el cielo.
Después vino esto.
La piedad consiste en que miremos
todas las cosas con ojos tranquilos.
Los vidriados ojos de Olga, fuentes de insistente luz.
Nombro las cosas con esa insistencia también. Pido.
Detrás del movimiento de una inexplicable máquina de astros la sospecha
de una deidad abrasadora. Se dejan, ignorados a sí mismos, mover por él,
por ella, en el universo sin principio, de incierto fin.





27

Se rompe
lo que uno
se propone.

Siempre.

Pero el tiempo es amistoso hoy. Las esperanzas de la noche son en la
mañana leves resonancias perturbadas por los sueños.




33

No sé a qué me hace acordar,
no sé si a una época
o a otra canción.

Ese era el lugar perfecto para enamorarnos
y que quedara ahí, grabado en ese cuaderno
o entre recuerdos.

La madrugada
yo no sé si es el paso
o el peso del tiempo pero son

Las tres de la mañana
y todo me atraviesa
y todo está tan lejos
hoy.





36

La distancia no se negocia.

Quisiera que no pudiéramos mentir
que lisa y llanamente fuéramos
incapaces.

Irradia, un corcel que me soñé una vez, cabalga en mi más íntima
intimidad, relincha sin pudor a la noche estrellada.





39

Recuerda
algo que escribió,
una marea,
que se le vino toda junta
hará un lustro atrás
donde hablaba de cantidades
y proporciones.

La tristeza aún
no había sido gestada,
no la gran tristeza,
en su esplendor.

Porque el arte es largo
mucho más que la vida
y se aprende muy de a poco.




Deni Rodríguez Ballejo nació en Ituzaingó en 1991 pero vivió toda su vida en Temperley. Publicó 'Los colmillos' (2014) e Irradia (2017), ambos por Ludwig Ediciones.

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