miércoles, 16 de marzo de 2016

Jonás Gómez








1
Fue una mañana de frío inesperado para la época. 
En el baño había una luz más acorde al invierno que a la primavera,
y a través de los paneles de la ventana había un ingreso de llovizna.
Era algo mínimo,
había que entrecerrar los ojos para verlo,
probablemente fuera el cambio de viento alrededor de la terraza, 
porque pasaste otros días de lluvia ahí, pero eso, ese avance a través de la ventana, 
eso fue nuevo.

Entonces, de pie, frente a esa manifestación de lluvia dentro del monoambiente,
en el día laborable que pasaste lejos de toda labor, 
pensaste en el futuro y en lo que podría pasar en los próximos meses.
Pensaste: el futuro está todavía a un kilómetro de distancia, ya llegará, ya llegaré.
Pensaste: un slogan actual: le clavás el visto al futuro o el futuro te clava el visto.
Pensaste: hay casi un color en esas gotas, casi un color, pero no del todo.
Pensaste: esto que está pasando es nuevo, entonces, esto ya es el futuro.






2
Las construcciones sólidas requieren, o demandan, lentitud. 
No se ensambla una obra magna en tiempo corto, hay que transitar los preparativos para, cuando llega el momento, trabajar.
“Es como ese sonido de la cuchara en el fondo de la lata, ese raspido,
ese sonido aprendido antes de asimilar el circuito de la entrada, el plato principal 
y la porción dulce, antes de llegar a eso hubo que ir al estante alto y explorar la lata”.

Las construcciones sólidas requieren, o demandan, movimientos pausados.
A Whitman le llevó la vida escribir Hojas de Norteamérica,
no podría ser de otra manera,
para rencarnar en el imaginario y en el discurso de futuros lectores es necesaria esa entrega,
esa constancia devota
de levantar un ladrillo a la vez, durante largo tiempo, de a ratos con paso impreciso, de a ratos firme con la carga entre manos, pero al final, 
al final del día, al final de la obra, el resultado persiste.

Las construcciones sólidas requieren, o demandan, obrar con lentitud.
Y aunque es cierto, el tiempo nos llevará puestos a todos, en el trayecto de uno a otro punto,
en el día a día,
en la dignificación del tiempo por medio del trabajo,
hay manos y hay voluntad de hacer,
hay imaginación y necesidad de concretar la combustión,
hay un músculo curvo y rojo (el gran tambor) y el impulso de ser. 







3
Para lo que queda del año, que es algo así como la mitad, hay que trabajar arduo,
hay que jugarle unas rupias a lo que es posible,
porque es punkeada de ir a fondo mientras se incendia el auto
no es la mejor opción
ahora que intentás vivir mejor, tener una buena vida.

Trabajar y estar en paz,
esa es la meta,
esa es la línea de polvo dorado que se ve a lo lejos,
al fondo de un camino de tierra
aplacada por el ir y venir de otros que ya marcaron el camino.

Pero nada es nuevo hasta que lo hacés vos,
si caés en el slogan baratija de “está todo hecho, no hay futuro”
no pasa nada de nada, tovarich.

Hay que soltar unas monedas turcas a la posibilidad,
la clave es la sumatoria de trabajo, perseverancia y buenaventura,
bienaventurados sean los que trabajan duro,
lo mío es la corriente del desparejismo,
a veces mucho y arduo, a veces contemplación fría.

(En la revista encontré esta frase “un frente frío”
y me quedó grabada,
la imagen de algo vasto, no manejable
que congela todo lo que oscila
o se mantiene inerte ante su paso).

Pero lejos las ideas y cerca la actividad,
hay que
hacer sonar unas monedas a la buenaventura del trabajo y lo posible,
el objetivo es
un nivel de perseverancia alto, Aguilar,
mientras vivís el día a día
y raspás el trabajo con más trabajo.




Jonás Gómez nació en Buenos Aires en 1977. Trabaja en la editorial política Pueblo Heredero, coordina un taller de escritura creativa y colabora en el suplemento cultural del diario Tiempo Argentino. Estudió dibujo y pintura en el Centro de Artes y Oficios CEAVAO. Participó en la antología “Si Hamlet duda le daremos muerte” (De la talita dorada, La plata, 2010) y en el proyecto Híbridos (2012), que reunió a escritores, actores y dramaturgos para una puesta de improvisación teatral. Editó “Equilibrio en las tablas” (Mansalva, 2010), primer premio Indio Rico en el género poesía, “El dios de los esquimales” (Ediciones Diatriba, Santa Fe, 2011), “Planos para construir dos ciudades” (Mancha de aceite, 2012)  “Calendario de siembra” (Barba de abejas, 2014) y “Venga a nosotros el reino de las estrellas" (El ojo del mármol, 2015). Estos poemas forman parte de Presente continuo.





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